A pesar de que la intuición suele funcionar a la hora de reciclar, no es el caso de los tíckets y recibos que nos dan en los supermercados.
El problema es que la mayoría de estos tíckets no son de papel normal, sino óptico. El papel óptico está recubierto de productos químicos que reaccionan con el calor de modo que al incidir sobre ellos el láser de la impresora, las letras y los números irán apareciendo en el papel sin necesitad de usar tinta. Esto supone un ahorro para los comercios (el láser, al contrario que los cartuchos de tinta, no se gasta) y permite que, pasado un tiempo, el recibo se vaya oscureciendo hasta volverse ilegible.
Sin embargo, a pesar de las ventajas que presentan, esos mismos productos químicos son los que impiden que se puedan reciclar, por lo que deberían tirarse a la basura.
Pero las sustancias que recubren los tíckets no son inocuas para la salud y algunas como el Bisfenol A, se ha demostrado que son cancerígenas.
Lo más sensato y lo más ecológico sería no pedir tícket a no ser que sea totalmente necesario.
No sólo los tíckets de supermercado están hechos de papel óptico. También los recibos de los TPV (el resguardo de la tarjeta que te dan en los comercios), los recibos de los cajeros de los bancos, el papel de Fax (si es que alguien sigue usándolo), las entradas de cine y la mayoría de resguardos que nos dan en los comercios. Si la tinta desaparece con el tiempo, es papel óptico.