Estamos acostumbrados a él y lo usemos sin temor ya que, más allá de su inflamabilidad y de sus calorías, no presenta ningún tipo de peligro. No quema nuestra piel al tocarlo (en frío, obviamente), no produce eccemas, no despide gases tóxicos y, desde luego, no es tóxico. Pero, aun así, al aceite se le considera un residuo peligroso.
El problema está en que, como todo el mundo bien conoce, el aceite flota por encima del agua. En los rios esto crea una capa superficial que impide el desarrollo de muchos organismos (larvas de insectos, por ejemplo), además de bloquear el intercambio de oxígeno con la atmósfera, asfixiando a los habitantes acuáticos del lugar y destruyendo por completo el ecosistema. Por si esto fuera poco, además puede tener efectos tóxicos derivados de su uso friendo (sobre todo si quemamos el aceite) que, aunque pueden ser inocuos en pequeñas cantidades, se van acumulando a medida que pasa de las diminutos larvas, a los peces más pequeños y, de estos, a los más grandes.
Independientemente si es de girasol, de oliva o de colza, cualquier cantidad de aceite en los ríos es mala, por lo que NUNCA y bajo ningún concepto debe echarse aceite por la pila, el lavabo, o el inodoro. El aceite debe guardarse en botellas y llevarlas al contenedor específico que tienen en el punto limpio para que pueda ser reciclada. También puedes hacer jabón. Pero nunca, nunca, nunca lo tires a la alcantarilla. Es preferible que lo pongas en la basura (con unas servilletas de papel, por ejemplo) antes que eso.
